Usted está aquí

Cada mañana, Olga Reyes, una mujer de 53 años, riega el jardín de su casa para arrancar su día. A estas alturas de su vida ella no se preocupa por preparar el desayuno como antes, usualmente lo realiza su esposo o uno de sus hijos e hijas. Ella confiesa que empezar su día sin el afán por el primer tiempo de comida le costó trabajo.

“Mi esposo viene de una familia bastante machista. Su papá, mi suegro que en paz descanse, era bien radical y en su casa los hijos varones no hacían nada en la casa y él estaba acostumbrado a eso”, cuenta Reyes. Esa costumbre afectó de cierta manera su matrimonio, pero asegura que en su familia se logró un cambio.

“Mi esposo y yo trabajamos desde chavalos, cuando nos casamos los dos trabajábamos y estudiábamos y evidentemente yo no podía sola con los quehaceres, considero que eso influyó en ir cambiando la mentalidad de mi marido. Los dos necesitábamos hacer las cosas de la casa (trabajo doméstico), sobre todo porque no teníamos la capacidad de pagarle a alguien que nos ayudara”, narra.

Con el paso de los años, este matrimonio ya adulto ha logrado comprender que el trabajo doméstico debe ser equitativo, tanto para hombres como mujeres y así lo han inculcado a sus hijos.Desgraciadamente, en muchos hogares todavía persiste la costumbre de dejar a las mujeres todo el trabajo doméstico y la crianza de los hijos e hijas.

Este patrón se ha agudizado ante la necesidad de tomar medidas de resguardo para prevenir el COVID-19, pues hay una recarga de tareas en el hogar hacia las mujeres, según advierten expertos.

“El estar en casa producto de la pandemia ha traído un aumento de trabajo para las mujeres en las tareas domésticas y sobre todo en el cuido de los niños y niñas por las tareas escolares”, afirmó Rosa Romero, especialista en género de UNFPA Nicaragua.

Esta recarga de labores no solo está relacionada con la crianza de los hijos e hijas, según advierte la especialista en género, también se extiende al cuido de personas enfermas, personas con discapacidad y de la tercera edad. Es por eso que instan a los hombres a asumir un rol activo en las tareas del hogar.

Deconstruir roles tradicionales por el bien familiar y social

Los estereotipos de género son construidos desde la niñez y responden a los roles asignados en los marcos sociales de cada cultura. Ya desde el nacimiento y desde antes, podemos observar cómo se construyen estos estereotipos en función del sistema patriarcal en el que vivimos. Como esto es un proceso continuo y aprendido, nos permite pensar que es posible desaprenderlo y modificarlo. Y en esto, es muy importante el rol que tiene la familia y la escuela, ayudando a derribar estos estereotipos que son los responsables de las manifestaciones de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres.

“Las normas sociales de género atribuyen el trabajo doméstico a las mujeres. Algunos estereotipos devalúan el trabajo doméstico y llegan incluso a estigmatizar a los hombres que los realizan al ir en contra de ciertas representaciones de lo que se define como roles masculinos”, comenta Romero.

“No es cierto que las mujeres seamos más habilidosas en términos de los cuidados del hogar, se nos ha enseñado eso, pero si a los hombres se les enseña también van a aprender y contribuir de igual forma. Las tareas de la casa también deben ser asumidas por los hombres, es una responsabilidad compartida. Si lo vemos así, de participar activamente los hombres van a aligerar la carga de trabajo, a propiciar una convivencia más armoniosa en el hogar y así todos los miembros de la familia tendrán una mejor calidad de vida”, añadió Rosa Romero.

Enrique Picado, del Movimiento Comunal Nicaragüense, coincide con esta apreciación “al compartir los hombres las labores domésticas y de cuidado, beneficiamos a la familia en general y apostamos por un desarrollo integral pues vamos generando una nueva enseñanza”.

Criar y acompañar el proceso de vida de los hijos y realizar las tareas domésticas en la casa es una tarea compartida que enriquece a hombres y mujeres. Deconstruir los roles aprendidos de forma tradicional es una experiencia enriquecedora, “los hijos e hijas ven una equidad en relación al rol que juegan tanto hombres como mujeres dentro del hogar. Si ellos ven eso van a poder construir hogares más equitativos, porque se les está empoderando hacia buenas prácticas y en el caso de los hombres, se les está enseñando sin decirle nada conceptual, una masculinidad positiva”, indicó Romero.

La especialista aclara que todo se trata de comportamientos aprendidos. “A lo largo del curso de vida, se nos van enseñando roles tanto a los hombres como a las mujeres y lo vamos naturalizando, luego estos estereotipos los vamos acrecentando a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, se pueden transformar esos esquemas de pensamiento”.

Pandemia de la COVID19, una oportunidad para reaprender

Durante toda la niñez y la adolescencia, la familia tendrá un papel preponderante en el aprendizaje de los roles de género, donde las niñas y los niños aprenden a través de la observación de las relaciones de género que desarrollan las y los adultos entre sí. En tiempos de la pandemia generada por el COVID-19, donde muchas familias han optado por el autoaislamiento, toda la familia puede transformar sus relaciones y prácticas cotidianas para tener una vida más armoniosa.

 “Este momento es una oportunidad para reconocer que el trabajo doméstico es complejo y agotador. Estar pendiente de todo en la casa implica una tarea administrativa, educativa, de salud, económica y social. Hay que reconocerlo, involucrarnos todos y todas y aprender, no se trata de “ayudar”, se trata de compartir responsabilidades para vivir mejor”, finalizó.